En Puerto Ibáñez, un hermoso y remoto poblado de la región de Aysén, ubicado 116 kilómetros al sur de la ciudad de Coyhaique, existe un grupo de artesanas que desde hace cuatro décadas cultiva una singular técnica para elaborar hermosas piezas de cerámica, reconocidas en toda la Patagonia.
Cuenta Eva Carrillo, una de las impulsoras de este arte en la comuna, que todo nació a fines de 1975, año en que egresó de cuarto medio. Como solía ocurrir por aquel entonces, las mujeres no tenías demasiadas expectativas puestas en el futuro, por lo que debían conformarse con ser dueñas de casa. “La única forma de hacer algo era yéndose a Coyhaique, pero eso costaba plata, plata que yo no tenía”, recuerda.
Cuando todo parecía indicar que su vida, así como la de muchas de sus vecinas, amigas y familiares, estaría ligada a las labores domésticas, sucedió lo inesperado: una reconocida artesana de la región, de paso por Puerto Ibáñez, decidió desarrollar un taller de cerámica en la zona. Eva se entusiasmó tanto con los conocimientos que iba a adquiriendo a medida que el curso avanzaba, que decidió no sólo convertirse en artesana, sino que hacer de esta pasión su oficio.
La pasión Eva por esta disciplina no tardó en contagiar a su gente, que lentamente se fue familiarizando con los secretos para convertir la tierra en greda; y la greda, en hermosas piezas de cerámica. Cuarenta y cinco años han transcurrido desde entonces y ya son tres las generaciones que dominan este difícil arte.
Ustedes se preguntarán en qué se diferencia la cerámica que hace este grupo de otros y otras artistas. Pues, más que un secreto, se trata de un afinado proceso, que contempla tres etapas. La primera tiene relación con el tipo de tierra que extrae de la veta. Un buen material, explica Eva, no debe tener arena y, al momento de escogerlo, se debe privilegiar el que se encuentra en su forma más molida. Lo segundo: para convertir la arcilla en greda sólo se debe utilizar agua. Así la materia prima alcanza su mayor nivel de pureza. Por último –y lo más importante- es el amor con el que sus manos dan forma a sus tradicionales productos, que van desde los clásicos cacharros y alcancías, a fina loza utilitaria.
Como a todo el mundo, la pandemia ha afectado enormemente el trabajo de las ceramistas de Puerto Ibáñez. Con el cierre indefinido de las ferias, la única manera de difundir sus artesanías es a través de plataformas digitales. No ha sido sencillo, reconoce Eva, pero lentamente se han ido adaptando a los nuevos tiempos.
El trabajo de Eva y sus compañeras es de excelencia, no sólo por la depurada técnica con la que fabrican su alfarería, sino también porque en cada pieza se puede percibir el amor y la pasión por su oficio.
Mi reconocimiento para estas empeñosas artistas, que desde la puerta de entrada a la Patagonia nos enseñan que, con creatividad, talento y esfuerzo, los sueños se pueden convertir en realidad.
Dirección: Puerto Ibáñez, Coyhaique, Región de Aysén.