En Villa Ortega, a poco más de 30 kilómetros de la ciudad de Coyhaique, existe un grupo de mujeres que desde hace de dos décadas trabaja la barba de viejo, una fibra vegetal que crece en los bosques nativos de la Patagonia, para diseñar y crear hermosas piezas ornamentales, que son distribuidas en diferentes regiones del país y que hoy son motivo de orgullo para toda su comunidad.
Hay quienes erróneamente creen que la artesanía es una actividad recreativa, un pasatiempo para ocupar el tiempo libre. Y la mejor prueba de esa interpretación miope son estas 15 mujeres quienes, frente a la necesidad de generar recursos propios para contribuir con el sustento familiar, decidieron organizarse y emprender un negocio que hoy les brinda independencia económica.
No fue fácil para las habitantes de Villa Ortega comenzar a dar forma a esta idea. Rita Cárdenas, una de las impulsoras de esta agrupación, cuenta que durante mucho tiempo golpearon sin éxito numerosas puertas en busca de apoyo para desarrollarse. “Podía ser artesanía o cualquier otra actividad. Lo que nosotras necesitábamos era hacer algo con nuestras vidas”, me contó Rita el día que la conocí.
Por si fuera poco, además de la indiferencia, tuvieron que soportar el malestar de sus maridos, a quienes no les hacía mucha gracia que “sus” mujeres salieran de casa y “descuidaran” sus quehaceres.
Un día, cuando el entusiasmo comenzaba a diluirse, una ONG internacional se acercó a Villa Ortega e invitó a las mujeres a participar de un taller de cestería en mimbre. Un reconocido artesano de Aysén compartió con ellas todos los secretos de esta ancestral técnica y, luego de algunos meses de trabajo, decidieron ir a una exposición en Coyhaique, donde exhibieron sus piezas. Pero la experiencia estuvo lejos de ser exitosa. Tanto así, que no pudieron vender ni un solo canasto.
Pero, lejos de echarse a morir, las mujeres de Villa Ortega decidieron seguir adelante. Leyendo una revista, descubrieron que en otros lugares del mundo la barba de viejo era una materia prima muy cotizada y que se utilizada para crear piezas ornamentales. Y si algo abunda en los bosques del sur de Chile, es esa fibra natural. Sin pensarlo mucho, las artesanas volcaron todas sus energías en aprender a dominar esta especie de musgo y luego hacer con él sus propios diseños.
Meses más tarde, las artesanas tuvieron su revancha. Regresaron a Coyhaique decididas a cambiar su suerte y demostrar todo su talento. Esta vez, la recepción fue completamente distinta. A tal punto que lograron vender todo lo que llevaron.
Han pasado 23 años desde entonces y hoy las mujeres de Villa Ortega son conocidas en toda la región por sus figuras de animales, duendes y brujas, entre otros diseños. Pero la pasión de estas artesanas no tiene límites. Conscientes de que su esfuerzo les dio la oportunidad de darle un giro a sus vidas, su mayor deseo es que esta técnica se convierta en una tradición que sobreviva en el tiempo. Por eso, durante el año desarrollan cursos en las escuelas de la zona y en verano imparten talleres a los mismos niños y niñas en medio de los milenarios bosques.
Las artesanas de Villa Ortega son un ejemplo de talento, ingenio y perseverancia. Su trabajo no sólo les ha permitido generar recursos propios y alcanzar un importante grado de independencia. Su esfuerzo es la mejor señal de que, cuando su aúnan voluntades, no existen barreras para cumplir los sueños.
Dirección: Villa Ortega, Coyhaique, región de Aysén
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