El impacto ambiental que provoca la industria salmonera en el sur de Chile no es un misterio para nadie. Bien lo saben los escasos habitantes de Loyola, una localidad costera de la comuna de Chaitén, ubicada en uno de los sectores más apartados de la región de Los Lagos. Basta caminar sólo algunos metros por su solitaria playa para encontrar una gran cantidad de desperdicios, principalmente plástico, que provienen precisamente de esos cultivos.
Maribel Tureuna es una vecina de ese pequeño caserío. Toda su vida la ha pasado en ese lugar y ha sido testigo -y víctima- del progresivo deterioro que ha experimentado su entorno debido a las malas prácticas de esa industria.
Al igual que su madre, Maribel se gana la vida como artesana. De ella heredó su habilidad para tejer y elaborar cestería en boqui y otras fibras naturales de la zona. Un día, mientras tejían concentradas, nació la idea de reutilizar los desechos de las salmoneras, principalmente las sogas, como materia prima para confeccionar canastos, maceteros e individuales, entre otros productos.
Desde entonces, cada cierto tiempo, Maribel y su madre suelen bajar a la playa para recolectar la basura que, luego de un largo proceso, terminará convertida en hermosas piezas de artesanía.
A pesar de su tosco aspecto, la pita es un material noble, explica Maribel. Su flexibilidad es uno de sus principales atributos. Pero, para alcanzar ese estado, primero se deben separar las fibras y luego permanecer durante algunas horas dentro de una olla con agua hirviendo. Después de secarse en forma natural, lo que alguna vez fue una soga ya está listo para ser tejido por las expertas manos de esta artista, que también es compositora e intérprete.
El día que la visité, Maribel me llevó a la playa para recolectar el plástico con el que más tarde fabricaríamos una cesta. Mientras recogíamos sogas, botellas y tubos, me contó que su gran sueño era tener un puesto donde exhibir sus artesanías a los pocos turistas que se aventuran a conocer este recóndito rincón de Chaitén. Aunque no era un proyecto sencillo, me aseguró que, más temprano que tarde, lo haría realidad. También me contó de lo difícil que es para ella y sus vecinos hacer patria en este apartado rincón de Chile. Esa misma tarde, nos reunimos con un grupo de niños que, para llegar a su escuela, debían caminar una hora entre la selva para llegar a la escuela. La experiencia fue realmente estremecedora.
Maribel es una artista silenciosa que, a pesar de las dificultades, ha logrado salir adelante con esfuerzo y talento. Mi reconocimiento para ella.
Ubicación: Loyola, Chaitén, región de Los Lagos.