10 irresistibles platos típicos que debes probar en Chile

La cocina juega un papel fundamental en la identidad de los pueblos, dice la antropóloga y Premio Nacional de Humanidades, Sonia Montecino, quien desde hace décadas ha utilizado la gastronomía como objeto de estudio para desentrañar el alma de nuestro país.

La cocina nacional es, a juicio de la investigadora, el resultado de la combinación entre los ingredientes y tradiciones ancestrales propias de los pueblos originarios y la influencia de los conquistadores españoles, que llegaron al continente a partir a comienzos del siglo XV. Esta mixtura de sabores dio pie a preparaciones únicas que, durante siglos, sólo era posible consumir en lugares específicos.

Si bien el proceso de globalización abrió un nuevo paradigma a escala mundial, cambiando para siempre muchas de nuestras costumbres, la gastronomía chilena aún conserva recetas que se remontan al período prehispánico y que se caracterizan, entre otras cosas, por su extraordinaria diversidad. La particular geografía de nuestro territorio, sumado a la enorme riqueza de sus recursos y la pertinaz lucha de los pueblos ancestrales por mantener vivas sus tradiciones, son la base de una cocina con un sello propio, reconocida en todo el mundo por su sabor y originalidad. Es que nuestro territorio hay un plato diferente para cada día.

Porque, como dice Sonia Montecino, somos lo que comemos, en este post me tomé la libertad de escribir un listado con los platos típicos más populares de Chile. Quienes me conocen saben de mi predilección por la gastronomía nacional y de mi espíritu sibarita. Elegir 10 preparaciones no fue una tarea sencilla, pero hice mi mejor esfuerzo. ¿Estarán de acuerdo conmigo? Veamos.

Calapurca

Calapurca
Calapurca

Para quienes no han oído hablar de este plato, les cuento que es la preparación más popular de los pueblos del altiplano. La Calapurca es un guiso elaborado con papas, maíz, verduras y una combinación proteica de carne de llamo, pollo, cordero y vacuno. Sí, leíste bien, cuatro tipos de carne dentro de un mismo recipiente. Impresionante, ¿verdad?

Pero lo que hace realmente único a este plato es método que utilizan para mantener su temperatura ideal desde el primer al último bocado: dos piedras volcánicas hirvientes, dispuestas estratégicamente en el centro del plato. ¡Simplemente genial!

Charquicán

Charquicán
Charquicán

Es uno de los platos más populares de nuestra cocina, así como también de la argentina y la peruana. Su nombre proviene de la fusión de la palabra quechua “charqui”, que significa carne, y cancan, que en mapuzungún quiere decir “carne asada”.

Originalmente, este guiso se preparaba exclusivamente con carne deshidratada y zapallo. Sin embargo, con el transcurso de los años su receta fue incorporando nuevos ingredientes hasta llegar al plato que hoy conocemos.

El charquicán chileno debe llevar carne, papas, maíz, zapallo, zanahoria, cebolla, arvejas, longanizas, merkén, cilantro y huevo. Aunque su receta es simple, no es fácil cocinar un buen charquicán. Los expertos afirman que el secreto de su preparación está en el corte de los ingredientes, picados en un buen tamaño, y en el sofrito por el que deben pasar antes de entrar a la olla.

Sándwich de pescado

Sándwich de pescado
Sándwich de pescado

Hasta hace algunos años, el sándwich de pescado era un producto reservado exclusivamente para los sectores más populares de la Región de Coquimbo. En todas las localidades costeras de esa zona se ofrecía en puestos callejeros, en las esquinas y también en picadas. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la fama de este tradicional emparedado se ha expandido a lo largo de Chile. No son pocos los restaurantes en Santiago que lo han incluido en sus cartas e incluso han desplazado a los típicos churrascos y lomitos.

Es que comer un sándwich de pescado es una experiencia sublime. Su sencillez no lo hace menos contundente: reineta, merluza o jurel, dentro de una crujiente marraqueta, acompañado de limón, pebre, ají y mayonesa según el gusto del cliente.

Humitas

Humitas
Humitas

Es quizás el último de los platos típicos de nuestro país que aún respeta su estacionalidad. Y la razón es sencilla: la verdadera humita no se prepara con cualquier choclo. Los expertos y sibaritas afirman, sin ambages ni circunloquios, que la única variedad de maíz que realmente sirve para su preparación es el “humero”, que recién comienza a cosecharse a fines de enero. De lo contrario, como dicen por ahí, la cosa no cuaja. Literalmente.

Emblema de indiscutido de nuestra gastronomía, la humita goza de una popularidad tan aplastante que ni siquiera la “generación dorada” es capaz de hacerle peso. Junto al pastel de choclo, su primo hermano, conforman una dupla, enjundiosa y dionisiaca, que no descansa hasta que las primeras lluvias comienzan a marcan el fin de la estación. De ahí en más, sólo queda armarse de paciencia y contar los días para el esperado reencuentro.

Contundente, fresca y sencilla, el origen de esta preparación se remonta a la época precolombina. Patrimonio de los pueblos del altiplano, está presente en el recetario varios países del continente, especialmente en los de la región andina. La versión nacional debe ir siempre acompañada de una ensalada a la chilena, guarnición ideal para darle el toque preciso de humedad y sabor.

Cazuela

Cazuela
Cazuela

Enjundiosa y casera, no es mucho lo que puedo aportar sobre esta tradicional preparación. Todos, incluso los más pequeños, la conocemos y se nos hace agua la boca cuando tenemos un humeante plato frente a nuestras narices. Presente en nuestras mesas desde la época de la Colonia, su receta forma parte de nuestro ADN. Independiente si es de pollo, pavo o vacuno, su sabor es único e irresistible.

Pastel de Choclo

Pastel de Choclo
Pastel de Choclo

el verano no sería lo mismo sin la presencia del que es, sin lugar a dudas, su plato estrella: el inigualable pastel choclo. Favorito de chicos y grandes, esta joya gastronómica es patrimonio vivo de nuestra identidad, una preparación que se encuentra enquistada en el imaginario colectivo y que no conoce de fronteras.

Si bien no existe claridad sobre su origen, lo cierto es que este plato adorna las mesas de gran parte de los países de Sudamérica. Por lo general, se prepara en hornos de barro y sirve en un librillo de greda, que mantiene su temperatura ideal desde el primer y hasta el último bocado.

Aunque las técnicas para prepararlo abundan, existen ciertas reglas que son inquebrantables. Tome nota: la combinación de sabores debe ser tan precisa, que el dulce y el salado tienen que convivir en armonía. El huevo duro es fundamental. El pino debe ser jugoso y contenido por un compacto puré de maíz. Y lo más importante: la primera capa debe estar perfectamente dorada y ser crujiente, como el mejor de los caramelos.

Porotos granados

Porotos granados
Porotos granados

Versátil, contundente y enjundioso, el poroto es, fuera de toda discusión, el alimento más popular y democrático de la gastronomía chilena. Fuente de inspiración para poetas de la talla de Pezoa Véliz, Neruda y su tocayo Pablo de Rokha, su presencia en nuestras mesas se remonta a tiempos pretéritos gracias a su inconfundible aroma y su hipnótico sabor.

Sinónimo de identidad y tradición, su historia es también la historia del país. “Más chileno que los porotos”, reza la coloquial y paradigmática expresión, un dicho que da cuenta de la indisoluble ligazón que existe entre esta emblemática legumbre y nuestra identidad.

No importa si es invierno o verano, un buen plato de porotos siempre será bienvenido, ya sea a la hora del almuerzo, la cena o incluso de madrugada, como se estila en algunas zonas rurales. Da igual si están acompañados de riendas, mazamorra o mote, la experiencia de sentir su suave textura en el paladar siempre un regalo. Y aunque estés llenito, en tu estómago siempre habrá un espacio para repetir la dosis.

Curanto al hoyo

Curanto al hoyo
Curanto al hoyo

Esta ancestral preparación chilota es el fiel reflejo del espíritu de su gente, que nos habla de comunidad, trabajo en equipo y camaradería. A diferencia de otras recetas, el este plato es una experiencia que va mucho más allá de lo gastronómico. Puede que me equivoque, pero me atrevería a decir que, en este caso en particular, el proceso de elaboración es tan o incluso más importante como el resultado. Porque, por sobre todas las cosas, el curanto al hoyo es un acontecimiento social, es la excusa perfecta para el reencuentro.

La experiencia de disfrutar de un curanto al hoyo comienza muy temprano. Y en su preparación todos los comensales deben cumplir un rol. Mientras el dueño de casa cava un agujero que será la “olla” natural en el que se cocerán papas, el milcao, las longanizas, las legumbres y la carne de vacuno, un grupo tiene la tarea de recolectar las piedras que mantendrán la temperatura a tope. Paralelamente, los otros invitados se internan en la selva para ir busca de las hojas de nalca que separarán los mariscos de los otros ingredientes.

Durante el proceso de cocción, que puede pasar con holgura las dos horas, las historias, anécdotas y confesiones comienzan a aflorar entre los invitados. Las conversaciones se amenizan con chicha de manzana, música en vivo y tortillas con pebre para engañar al estómago.

Caldillo de congrio

Caldillo de congrio
Caldillo de congrio

Enjundioso y poético, el caldillo del congrio es el rey de nuestras costas. Si Neruda le dedicó una de sus odas más célebres, es porque su sabor inconfundible inspira, enamora e incluso espanta a los espíritus más espurios con solo una cucharada. Es, como dice el vate, la mejor receta para conocer el cielo.

Su preparación toma tiempo y exige dedicación exclusiva. El primer paso es sofreír, en una olla grande, la cebolla, los tomates y el ajo en aceite de oliva. Una vez que los ingredientes estén dorados, hay que agregar una taza de vino blanco, dos de caldo y las porciones de congrio cortada en forma de medallón. Cuando el pescado esté cocido, es el turno de las papas y los camarones, que deben estar a fuego alto durante dos minutos. Después de sazonar con pimienta y sal, el caldillo debe ser servido en un plato hondo y junto a un poco de crema, cilantro picado y un ají entero.

Pernil con papas

Pernil con papas
Pernil con papas

“Viven su vida para comer y después para dar placer”, reza el viejo y popular dicho, que resume en 10 palabras la trascendencia que tiene el chancho en nuestras vidas, al menos para quienes disfrutamos de su carne. Barato, sabroso y popular, este emblemático animal llegó a nuestro país de la mano de los conquistadores españoles a fines del siglo XV y, gracias a su extraordinaria adaptabilidad al medio, desde esos años cumple un rol clave en nuestra nutrición.

Piedra angular de la gastronomía chilena, su versatilidad es abrumadora. Existen tantas posibilidades de prepararla como cocineros dispuestos a meterle mano. No importa si es a las brasas, al jugo, al horno o a la cacerola, si es al plato o al pan, disfrutar de un buen trozo de cerdo siempre será una experiencia sublime.

Aunque me declaro un amante del chancho en todas sus versiones y formas, si debo elegir uno, el pernil a la chilena es mi favorito. Su inconfundible sabor es capaz de transportarte a una nueva dimensión. Pocas cosas saben tan bien como la fusión entra la pierna del marrano y la pasta de ají cacho de cabra, apuntalada con zanahoria, laurel, cebolla y hojas de apio.

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