Enclavado en la Cordillera de los Andes y a los pies del yacimiento minero subterráneo más grande del mundo, se encuentra Sewell, uno de los destinos más impresionantes de nuestro país. Un pueblo de coquetos y coloridos edificios de madera y serpenteantes escaleras de concreto, que desafían pronunciadas pendientes montañosas. Un lugar que, hasta comienzos de los 70, albergó a más de 15 mil habitantes y que hoy, a casi medio siglo de su clausura, aún mantiene parte de su brillo y encanto.
La historia de Sewell se remonta a 1904, cuando la empresa norteamericana Braden Cooper, después de recibir la aprobación del Estado de Chile, inicia la construcción de este ambicioso campamento, nada menos que a 2.100 msnm. Ese mismo año comienzan a asentarse los primeros mineros junto con sus familias.
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En menos de cinco años, la Sewell pasó los de 1.500 a los 14.000 habitantes. Este explosivo crecimiento obligó a sus propietarios a implementar todos los servicios que requieren las ciudades importantes, como almacenes, escuelas, cuerpo de bomberos, iglesias, clubes sociales, cine y un hospital, que en su momento llegó a ser el más moderno de Sudamérica.
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Cuando tuve la oportunidad de conocer Sewell mi anfitrión fue Raúl Suárez, un ex habitante que nació y creció en el campamento. Mientras recorríamos el pueblo, me contó algunas anécdotas de este mágico lugar. Me dijo que en la “ciudad de las escaleras” se formó, en 1916, la primera brigada de boy scout de Chile y que también fue sede del primer campeonato nacional de bolos. Me sorprendió saber que el alcohol estuvo terminantemente prohibido y que existía una institución destinada a preservar las buenas costumbres ciudadanas conocida como la “policía moral”.
La historia de Sewell se fue apagando paulatinamente a comienzos de la década de los sesenta. La construcción de la carretera que unió el yacimiento con la ciudad de Rancagua y el proceso de nacionalización de la industria cuprífera, que comenzó en el gobierno de Eduardo Frei Montalva y concluyó con el de Salvador Allende, en 1971, marcó el punto final para la ciudad. Sus habitantes fueron reubicados en la capital de la región de O’Higgins.
Luego de su despoblamiento, la ciudad sufrió un deterioro profundo, que terminó con el desmantelamiento de casi el 70% de su infraestructura. Sólo a fines de los 90 el campamento encontró protección cuando fue declarado Monumento Nacional. En 2006, la UNESCO lo incluyó dentro de su Listado de Patrimonio de la Humanidad, asegurando así su conservación definitiva.
Recorrer Sewell es un verdadero viaje al pasado. Un lugar donde su historia y la de sus habitantes se respira en cada rincón. Si quieres vivir esta experiencia, en Rancagua puedes encontrar varias agencias que realizan tours guiados. Yo, sin dudar, lo recomiendo.
Ubicación: Sewell se encuentra al interior de la comuna de Machalí, 64 kilómetros al este de la ciudad de Rancagua, en la región de O’Higgins, y a 150 kilómetros de Santiago.
https://www.fundacionsewell.org/
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