¿Sabías que el ave más pequeña de Chile mide apenas 5,7 centímetros de largo y es capaz de dar alrededor de 55 aleteos por segundo? Así de peculiar es el picaflor de Arica, un delicado pajarito que sólo vive en los Valles de Azapa y Chaca, casi en el límite con Perú.
Grácil y colorido, este veloz pajarito se encuentra gravemente amenazado. Hasta hace 15 años, los censos estimaban una población total de poco más de 1.500 ejemplares. En la actualidad, ese número ha disminuido de forma dramática hasta alcanzar los 300. Entre los factores que explican este fenómeno se encuentran la pérdida de su hábitat natural, el uso indiscriminado de pesticidas y su restringida distribución.
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Si esta ave aún se puede considerar como una especie viva, eso es gracias al silencioso y anónimo trabajo de María Teresa Madrid, una agricultora local que desde hace 20 años se dedica a la conservación de este pequeño animalito, cuyo tamaño –para que se hagan una idea- es similar al de una pila AA.
Su relación los picaflores de Arica proviene desde la cuna. Es que María Teresa creció entre ellos. Sus primeros recuerdos están asociados a sus colores y sus delicadas facciones. Desde niña los veía revolotear entre las plantas y las flores del jardín de sus padres. Y también fue testigo de cómo su presencia con el paso de los años se fue cada vez más escasas y esporádica.
Durante los 80 y los 90 Chile experimentó un enorme crecimiento agrícola. Pero, para atender la enorme demanda de países como Estados Unidos, hubo que erradicar de los campos un despreciable insecto, conocido como la mosca de la fruta. Si bien la batalla se ganó después de esfuerzo, el daño al ecosistema fue brutal, en casos irreversible, debido a los pesticidas. Y entre las especies que más se vieron afectadas estaba el picaflor de Arica.
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Un día, unos funcionarios del SAG visitaron a María Teresa. Los profesionales llevaban varias semanas haciendo un catastro para saber a ciencia cierta cuántos ejemplares quedaban en el sector. Los números, le dijeron extraoficialmente, eran realmente desastrosos. La noticia fue un duro golpe para ella. Pero, lejos de quedarse de brazos cruzados, la agricultora decidió que había que hacer algo. No quería ser una cómplice pasiva de ese desastre, así que le propuso a su hermano intentar salvar a los pocos picaflores que quedaban en la zona.
Como sabían que la principal causa de su estaba desaparición estaba vinculada con la pérdida de su hábitat natural, los hermanos fueron llenando el jardín de María Teresa con todo tipo de plantas hasta que, luego de varios intentos, lograron dar con una especie idónea para que las aves se alimentaran.
Si en el invierno de 2001 vio los primeros picaflores revoloteando en su jardín, cinco años más tarde, en 2006, la agricultora ya contaba con 40 nidos con dos polluelos cada uno, como es la costumbre en esta especie. Hoy, María Teresa ya no es propietaria de su casa. Es más, ya no vive en una casa. Ella ahora forma parte de un santuario de la naturaleza, un lugar que ella misma creó sin presupuesto ni ayudas gubernamentales, pero cono amor y sobre todo con consciencia ecológica.
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Visitar el Santuario del Picaflor es una experiencia que todo amante de la naturaleza debe vivir. Al recorrerlo no sólo tendrás la oportunidad única de entrar en contacto con esta minúscula y colorida especie, sino también de disfrutar de un entorno exuberante, cargado de colores, olores y sonidos, en medio del desierto de Atacama.
Por eso, al Santuario del Picaflor de Arica yo lo Recomiendo.
Dirección: Kilómetro 14, Valle de Azapa, Arica, región de Arica y Parinacota.
Contacto: +56 2 582225391